En una exposición reciente sobre la vida de Juan Bautista Alberdi, escuché que el prócer, después de su muerte, viajó por varios lugares hasta encontrar su morada definitiva: la Casa de Gobierno de la Provincia de Tucumán. El 29 de agosto del corriente año, cuando su memoria debió estar presente en la plaza de ciudad Alberdi que lleva su nombre, para recibir el homenaje merecido por el legado de su obra en pos de la construcción de un modelo de convivencia para los argentinos a través de su obra “Bases” para la Constitución de la República Argentina, Alberdi no estuvo allí, porque las autoridades municipales decidieron omitir el sencillo homenaje de una ofrenda ante su busto, y recordar al menos con una frase la dimensión de la obra del gran prócer tucumano.
José Luis Díaz Robín
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